Desde joven, es decir, de toda la vida, suelo escuchar a la gente mayor... "la juventud de ahora lo tiene todo hecho".
Siempre se suele decir que "la experiencia es un grado", pero en este caso la experiencia es la de los jóvenes. Mala experiencia, por cierto.
Bien es cierto, que en los tiempos que corren disponemos de adelantos de los que nuestros mayores no podían disfrutar y que pueden ayudar a hacernos la vida más fácil; pondremos de ejemplo las calculadoras, los ordenadores, las consolas, los teléfonos móviles, etc.
También es verdad que sin muchos de estos "lujos", el 90% de los no jóvenes no nos darían trabajo, pondremos de ejemplo el coche, el teléfono móvil, los conocimientos de informática, etc.
Pero aquí viene la otra cara de la moneda. Aún "disfrutando" de estos imprescindibles para conseguir un trabajo, hay que tener mucha suerte aún siendo jóven. Y es que esta es una de nuestras cruces.
Tenemos muy pocas opciones para conseguir un trabajo decente, con contratos decentes y sueldos decentes, pues nuestros mayores nos contratan por tres meses cobrando salarios muy bajos.
Tenemos pocas opciones de adquirir una vivienda, pues nuestros mayores nos ponen como condición pagar 200.000 euros que no tenemos. Pero ellos nos los prestan con dos condiciones: 1º que les devolvamos el doble de lo que nos prestaron en su día. 2º que nos endeudemos con ellos durante 60 años.
Tenemos pocas opciones de independizarnos, casarnos y tener hijos. Algo muy sencillo y natural pero casi imposible para nosotros, pues nuestros mayores no nos hacen contratos estables, no nos ofrecen sueldos a la altura de los tiempos y nos quitan todo el sueldo para pagar una casa hasta el día de nuestra jubilación.
Jubilación que dudo que algún día podamos disfrutar, porque por lo visto y al paso que vamos, acabaremos haciéndolo con suerte a los 80 años, más o menos a la edad en la que dejaremos de pagar nuestra hipoteca.
Para esta edad tendremos que tomar nuestros medicamentos, como los mayores de ahora. Pero nosotros tendremos que pagarlos, ya que al paso que llevamos a esas alturas no existirá la Seguridad Social. Suerte que estaremos trabajando para poder costearlos.
Por eso, muy señores míos, yo rectifico y digo: "segunda y tercera edad, divino tesoro".
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